Revueltas en Magreb y Oriente Medio: Repercusiones para las empresas españolas
Aún no sabemos el alcance que tendrá la reciente ola de conflictos sociales en el Magreb y Oriente Medio. Esta zona parece vivir un proceso semejante al que vivieron los países ex soviéticos con la caída del muro de Berlín, donde los conflictos sociales se extendieron con más o menos rapidez y con sus propias características dependiendo de cada país, pero de forma inexorable.
Entonces países tan distantes como la extinta RDA y Kirguizistán se vieron afectados. Hoy desde Marruecos hasta Irán ha habido revueltas populares con distintos niveles de intensidad. Incluso hasta China ha llegado, si bien testimonialmente, el eco de las protestas (habrá que seguirlo con atención).
Sí debemos recordar que la caída del muro no siempre dio lugar a historias de éxito. Lo mismo puede ocurrir ahora, donde diversas voces ya advierten del peligro de que el desmantelamiento de las actuales estructuras de poder dé paso en determinados casos a sistemas de gobierno contrarios al propio clamor popular. En este caso, la labor que deben desempeñar los países de la Unión Europea, promoviendo reformas ordenadas y aglutinando a los diferentes actores, puede ser crucial.
Sin embargo, es también momento de analizar, al menos someramente, qué repercusión están teniendo estos acontecimientos en las empresas españolas que operan en la región.
Económicamente el análisis que debe hacerse tanto del Magreb como de Oriente Medio no puede ser generalista. La crisis mundial ha afectado de diferente manera a cada país, si bien no de forma tan profunda como a otras regiones. Especialmente en aquellos países con recursos energéticos, ha habido una ligera deceleración seguida de tasas de crecimiento ya en el pasado año 2010.
Las empresas españolas han visto en estos países, especialmente los del Golfo Pérsico y los productores de petróleo y gas del Magreb, un importante mercado de oportunidades en estos últimos años. Precisamente una de las medidas que estos países han utilizado para contrarrestar la desaceleración económica ha sido la inversión pública en infraestructuras. Cualquiera puede comprobar el creciente número de empresas españolas que dirigen sus pasos a estos mercados, pese a su complejidad, llamados por estos importantes proyectos (plantas energéticas, infraestructuras de transporte ferroviario, aeropuertos, puertos, etc).
Pero no hay que obviar que siempre hay un resquicio de duda en la acción comercial de nuestras empresas en la zona. Sirva como ejemplo el Índice de Valoración de la Inversión Española que elabora el Club de Exportadores. En su última edición, los dos países de la zona que se analizan (Argelia y Marruecos) no están entre los mejor valorados, lastrados por la calificación de índices que miden los factores políticos.
A corto plazo las consecuencias parecen claras. Las empresas con presencia en estos países han visto sus proyectos seriamente afectados, lo que incluso ha repercutido en la cotización bursátil de alguna de ellas. Habrá parones de producción o en la ejecución de proyectos forzosamente paralelos a la inactividad económica y de la administración pública que acompaña a las revueltas populares.
En la medida que las empresas tengan establecidos previamente planes de crisis para evacuar a su personal expatriado y dar continuidad a las operaciones, lograrán minimizar los efectos en sus cuentas, ya que transmiten tanto al mercado como al propio país en el que están implantadas una imagen de seriedad y compromiso (con su personal y con el desarrollo profesional de su actividad) que será inevitablemente valorada cuando las aguas se calmen.
Desgraciadamente, la actitud en el reciente caso libio parece obedecer más a la improvisación que a un plan ordenado y rápido de evacuación del personal expatriado. Inevitable entonces la pregunta que se hace José Manuel Ruiz (Director del Departamento de Riesgos Empresariales de la empresa Anthelex International, especialista en estos temas) en Moneda Única: ¿Están preparadas las empresas españolas asentadas en el exterior para afrontar conflictos como el de Egipto?
A largo plazo las consecuencias dependerán de lo cerca que Europa esté de los procesos de transición. Si España toma un papel activo en ellos, nuestras empresas tendrán los interlocutores adecuados para seguir demostrando lo que pueden aportar a su desarrollo.